martes, 17 de julio de 2012

BIENESTAR

Llevamos meses y meses oyendo la cosa esta de que están acabando con el estado de bienestar, de que va a ser imposible recuperar el estado de bienestar, etc. etc.

Qué bien se está en el estado de bienestar. Qué bien vivíamos gracias al estado del bienestar.

Repitan conmigo: bienestar, bienestar, bienestar, bienestar.

A mí francamente, el estado de bienestar me la suda, me da risa, me da ganas de vomitar y cagarme en todo.

Me da nauseas el estado de bienestar si pienso en sus cimientos.
Nuestro famoso estado de bienestar siempre se ha apoyado en el estado de malestar de los otros, de la basura (pues así los hemos tratado) que ha trabajado para que los pobres niños ricos de occidente mantengan su jodido estado de bienestar.

Detrás de un puto móvil de mierda, detrás de un portátil de mierda (como éste desde el que escribo), detrás de cada litro de gasolina que nos bebemos, de cada camiseta del Zara, hay hectáreas de sufrimiento, sangre y pobreza (pobreza de la real, de la de masticar tierra para calmar el hambre, de la de no tener dónde caerse muerto; pobreza de la de metralla en el cuerpo y pierna en forma de muñón).

Si seguimos suspirando por nuestro famoso estado de bienestar (ay qué bien se está, ay qué gustito), si seguimos proyectando nuestros deseos en recuperar nuestro estado de bienestar perdido, seguiremos tomándonos nuestros gin-tonics entre bromas y risotadas elegantes mientras pateamos la cabeza de Los Otros.

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