jueves, 27 de septiembre de 2012

Mañanitas

Esta mañana he sido protagonista (o co-protagonista) de una escena que creía que ya no sucedería en mi vida. Ha sido emocionante y rara a pesar de lo común y de las tantas veces vista en el cine o en la televisión.
Esta mañana me puse muy contento.

Luego la vida ha continuado, pero con ese algo nuevo.
Un algo nuevo grande e importante.

Ahora puedo rescatarlo de mi memoria y volver a revivirlo. Trato de fijar los detalles para que la escena permanezca en el tiempo lo más fiel posible.

(Luego por la tarde tuve un sobresalto. Otra escena que nada tenía que ver con la anterior. Una escena menos común, mucho menos común. Pero lo sucedido durante la mañana me ayudó a encontrar la medida del pequeño drama: un sobresalto que abandono hasta diluirlo en la nada.)

Luego la vida ha continuado y me he puesto
a ordenar cables
beber cerveza
poner música bastante alta.
Y la Divina Providencia ha parecido aliarse con la celebración pues se habían acabado las cervezas del Liddell (nada despreciables por otro lado), pero quedaba una Murphy’s fresquita (que ya me tomé) y una Guiness del tiempo (que ahorita mismo estoy tomando).

Dos centímetros pulsantes en plena evolución.
Sentir el vértigo y la luz.
La excusa perfecta para ser más radical y que los gritos y las demandas adquieran nuevos ecos.
Para arrasar con todo sin ambages,
para mirar de frente a los que nos afrentan desde el engaño y la avaricia,
para hacer cerco con Niña Jonás,
para tocar la guitarra con furia,
para sentir que la vida crece sin limitaciones y que la carne es sagrada
y que los árboles nos ofrecen frutas doradas.

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