Uno se levanta temprano y se pone a leer sobre los Chicago Boys, esos hijos del gran puto, amigos y defensores de las dictaduras y galardonados con el Nobel.
Y al rato está echando un polvo.
Sólo ha hecho falta un buen culo y unas tetas deliciosas para olvidar la novelita de terror escrita por ese pequeño grupo de genocidas caminando de la mano de Pinochet, Suharto, Tatcher y Reagan.
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